García López, Miguel. 2021. Llamadme Ismail. Extravertida Editorial
El tipo de ficción
que más me ha atraído siempre es la que no pierde su conexión con
la realidad. Las novelas de aventuras me atrapan cuando sus héroes
son verosímiles, personas de carne y hueso, pero que a la vez viven
historias que te dejan boquiabierto. Pienso que si alguien se merece
el título de héroes en nuestros días, esos son los refugiados,
personas absolutamente normales que por las circunstancias adversas
se ven obligadas a llevar una vida de novela. Sus historias me
sobrecogen desde hace tiempo, desde que comenzaron a llegar cayucos a
España, sobre todo a partir de 2006. He leído cientos de historias
reales sobre sus increíbles viajes, narradas muchas en primera
persona, y cada una de ellas me parece suficiente para escribir un
libro. Todas esas historias se han ido quedando en algún lugar de mi
memoria, y luego se han reunido todas en la odisea que cuento en el
libro.
La crisis de los refugiados de 2016, originada a raíz de la guerra siria fue un punto de inflexión para mi. La forma en la que Europa cerró sus fronteras a partir de ese trágico momento me avergonzó como europeo y perteneciente a una cultura supuestamente creyente en los derechos humanos. Los populismos empezaron a adueñarse de la situación y obligaron a los políticos a tratar a los refugiados como si fueran un peligro, como si fueran delincuentes. Seguí muy de cerca el conflicto sirio a través de la prensa, libros y documentales. Las dimensiones de la tragedia humana que se generó allí eran, y siguen siendo, sobrecogedoras, y la respuesta de Europa, indignante. No podía evitar acordarme de nuestra guerra civil y la de miles de refugiados que provocó y de la ayuda que necesitamos entonces.
Las lecturas y documentales mencionados en las entradas anteriores, así como muchos artículos y reportajes periodísticos sobre el drama de los refugiados, sobre todo aquellos provenientes de la guerra siria, me impulsaron a meterme en la piel de uno de ellos a través de la escritura de una novela que narrase su periplo. La ficción puede añadir un matiz humano al relato periodístico. Éste cumple su misión fundamental de testimonio directo y luego la novela puede desarrollarse sobre él intentando no convertirse en una ensayo o una tesis, sino en una vivencia que intenta llegar al fondo del sufrimiento y ayude al lector a ponerse en la situación de los que sufren. La literatura puede cumplir ese cometido, nos ayuda a ponernos en la piel de otros, a vivir otras vidas, siempre y cuando sea auténtica y refleje el problema en toda su dimensión.
Durante el
confinamiento, un comentario que leí de Emilio Lledó sobre la
Odisea me hizo leer este libro, que era una asignatura pendiente
porque solo había leído versiones reducidas. Orientado por la guía
de Lledó, emprendí la aventura y me quedé absolutamente fascinado
por el que es uno de los mayores libros de aventuras de todos los
tiempos, con un protagonista absolutamente real, un ser humano
totalmente creíble que se ve envuelto en las circunstancias más
adversas, a las que hace frente con tenacidad y empeño. Un día se
unieron en mi cabeza la historia de Odiseo y la de todos los cientos
de refugiados de los que había tenido noticia y reparé en sus
increíbles similitudes. Y ahí nació el germen de mi novela.
Todo lo que pueda
parecer original y novedoso en la novela ya estaba en la Odisea. Es un libro que
me parece increíble por su modernidad, por su tratamiento del
tiempo, por su uso del flashback, por su narración en primera
persona, por su atrevido comienzo cuando ya está casi terminando. En
mi novela no hago otra cosa que seguir fielmente la estructura de la
Odisea. El ritmo de mi novela se basa en la misma sucesión de
acontecimientos del libro de Homero, en su naturaleza como novela de
aventuras o de viaje, en la forma no lineal en la que está contada.
Todo el mérito está en la Odisea. Mi contribución está en
traducirla a una de sus posibles versiones en la época actual.
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